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Gestionar el cambio: ¿Por qué cambiar?

En OHMA Gestión creemos que para gestionar el cambio hay que responder a tres preguntas que nos van a señalar el camino a seguir.

La primera es la que sirve de titular a este post: ¿por qué cambiar?

No va a ser posible avanzar en la nueva dirección si no le damos respuesta adecuada a esa cuestión. Y subrayo lo de adecuada porque no solo quiere decir que hayamos encontrado las razones para el cambio, sino que todos, o al menos la mayoría, en la organización deben compartir esa necesidad. Y esto no es fácil.

El maestro Maquiavelo hace casi seis siglos sostenía que el cambio era lo más arriesgado y difícil, ya que, aquellos a los que beneficia no creen que vaya a llegar, por lo que no se esfuerzan en conseguirlo, y aquellos a los que perjudica hacen todo lo posible por pararlo. Nada ha cambiado en este sentido. Por lo tanto, lo primero a conseguir en la gestión del cambio es que la gran mayoría de quienes rodean a la organización (the stakeholders, of course) crean que el cambio es obligatorio. Sin alternativas.

A los que están en el lado oscuro y no quieren que sus zonas de confort se vean alteradas, después de un esfuerzo hercúleo y continuado de unos diez minutos, hay que recordarles que existen otras alternativas en las que ocupar su tiempo, mucho más placenteras. Para todos.

Gestionar el cambio: ¿A qué cambiar?

Una vez dado el primer paso, ante el asombro del mundo, conviene dar el segundo. Y ese segundo es responder: ¿a qué cambiar?.

Aunque hayamos conseguido convencer de la condición de inexorable del cambio, nada ocurrirá si no somos capaces de decir a donde debemos llegar.

Y es aquí, ¡oh sorpresa!, donde aparecen el líder y la visión. Tanto hemos manoseado las dos palabras que ya no tienen una definición común. Cada uno busca la que mejor le parezca o la que más bonita e impactante resulte. Yo no voy a ser menos y daré las dos que me parecen más prácticas para el objetivo que nos ocupa.

El líder es el que moviliza y alinea voluntades. Voluntades que provienen de la libre decisión y el compromiso. Así, no hay nada más peligroso para él y para los que le rodea que, quien teniendo autoridad, confunde el liderazgo con el pagar las nóminas. Entregar un salario solo te da derecho a exigir lo contratado. El cambio exige aportar lo que uno es. Y lo que a uno le gustaría ser. Algo que no se consigue con dinero.

Y la visión. Que cerca está de la ilusión. Y de las grandes palabras dignas de frontispicios. Casi todas las que se han hecho famosas, han sido escritas después de haber alcanzado el éxito. Una vez que la empresa vende y obtiene buenos beneficios es cuando se dice la frase inspiradora. Empezar una sesión de trabajo de cambio, diciendo que hay que especificar la visión es bonito, pero irreal.

Las empresas que empiezan, las que están pasando por dificultades y demandan ese cambio, son sordas a tamañas admoniciones. Hay que pisar el terreno de juego, hablar el mismo lenguaje que los destinatarios del mensaje y conseguir que lo entiendan y lo hagan suyo. Y para eso, lo más práctico es ser práctico. Ósea, apelar a los intereses, de trabajadores, clientes, proveedores, etc. Esa es la visión que todo el mundo entiende: ¿Qué hay de lo mío?.

Luego, cuando nademos en una piscina olímpica llena de billetes de 500 euros, podemos dar a conocer el secreto de nuestro éxito. Aquella visión que nos hará pasar a la historia de la gestión.

Pero eso si, después.

Gestión del cambio: ¿Cómo cambiar?

Finalmente, después de haber hecho los deberes anteriores y haber encontrado respuestas a las dos preguntas previas, viene, como dice un amigo mío, cuando hay que hablar con el padre de la chica.

Definir el proceso del cambio es tan esencial como convencer de que hay que cambiar o indicar a donde hay que llegar. La diferencia se encuentra en que hay mucha más literatura sobre cómo hacerlo posible en la teoría, que herramientas y experiencias prácticas.

No quiero caer en los tópicos de la gestión por procesos, de los sistemas de evaluación y remuneración, de la innovación y del contacto con el cliente. Todos ellos, no por ser tópicos, dejan de ser ciertos y útiles. Simplemente lo son. Nosotros los empleamos en mayor o menor medida y de acuerdo a la receta que cada situación exija. Y ese si es el cómo real.

Saber manejar las técnicas es relativamente fácil. Y, en el peor de los casos, si no se sabe se busca a quien sepa. Lo realmente difícil es planificar cómo emplearlas, en qué orden, con qué intensidad, cómo adaptarlas manteniendo, o incluso, violando sus principios. Y digo esto último, porque no podemos perder de vista que lo que buscamos es el cambio y, muy frecuentemente, es un camino que se va diseñando mientras se transita, por lo que no debemos dar nada por sentado hasta que no haya demostrado su eficacia.

No sabría decir cual de las tres respuestas es más importante. Supongo que porque además de un ejercicio sin solución es una simplificación inútil. Son todas ellas las que hay que trabajar. Si tuviera que poner el acento sobre una parte del proceso, sin  dudar sería en cómo se ajustan las respuestas. Si hay un secreto del éxito del cambio posiblemente sea ese. Ajuste.

The fog of war

Hay una película sobre Robert McNamara, una de esas personas a las que la historia tilda de malos recalcitrantes, en la que el explica muchas de las cosas que ocurrieron durante la participación estadounidense en la guerra de Vietnam y nos ofrece lo que él aprendió durante sus años de directivo, político y responsable.

Es una película que recomiendo ver a quien no haya tenido ocasión. Es diferente, interesante y formativa. A mi, lo que más me llamó la atención antes de verla y aun más después, fue el título. La niebla de guerra.

La niebla es aquello que hace a la guerra el acto humano (si se puede decir de esta manera) más impredecible. Uno sabe cómo empieza. Puede que sepa incluso cómo planificarla. Pero lo que no sabe es cómo va a terminar.

La razón es que esa niebla la genera la impredictibilidad de lo humano, el desconocer la reacción del enemigo, el comportamiento de los propios, el tiempo, el sin fin de factores que convergen en ese punto y que, finalmente, se transmutan en niebla.

Aunque el primer efecto de esa niebla sea cegarnos, dejarnos sin la visión real de lo que ocurre a nuestro alrededor, el segundo es que nos nubla la mente. Negamos la realidad o no aceptamos que el camino a seguir es el que vemos. Nos impide decidir y nos condena a la espera y la apatía.

Si queremos salir del atolladero en el que estamos, debemos quitarnos la niebla de la cabeza. Tenemos que hacer como cuando conducimos en las montañas, y ponemos las luces cortas para no perder la cuneta. Estamos más atentos y buscamos referencias que nos guíen. Vamos más despacio, pero no nos paramos. Y, si somos capaces, cambiamos de camino y vamos por rutas iluminadas.

Igual en nuestras organizaciones.

Empleo de por vida

Ahora que nos sentimos, con razón, tan preocupados por el desempleo y por las recientes medidas de reforma laboral, me gustaría poner sobre el tapete como actúan algunas empresas y como los viejos valores parecen seguir siendo eficaces y eficientes.

Lincoln Electric es una empresa que fabrica material y maquinaria para soldar y que, hace 60 años, se comprometió a que nunca despediría a un empleado por falta de trabajo. Hasta el día de hoy, algo que ha cumplido.

No cabe duda de que poder presumir de resultados positivos y de seguir una política como está, transmite una sensación de solidez que el mercado, clientes, proveedores, etc. admiran y valoran.

¿El secreto? La flexibilidad máxima aceptada por todos y convertida en uno de los parámetros de funcionamiento. Si el trabajo que estabas haciendo se agota, pasas a otro. Donde sea y en las condiciones que correspondan. Acompañado de la formación y el apoyo necesarios para garantizar el éxito en esta nueva tarea.

Si después de más de medio siglo, la empresa funciona mejor que bien, quizás una de las razones sea esta forma de interpretar las relaciones laborales. Y, desde luego, es digna de respeto al venir respaldada por sólidos beneficios y crecimiento.

Ni que decir tiene que esto no está reñido con despedir a empleados y directivos que no alcanzan los niveles de desempeño exigidos por la empresa. Por supuesto que quien no hace bien su trabajo o no tiene el comportamiento que se exige, acorde con los valores de la organización, no tarda mucho en tener que buscar un nuevo puesto de trabajo.

¿Lo intentamos?

Facebook y las sinergias

Lo ocurrido con la salida a bolsa de Facebook me hace pensar en la realidad de que el hombre es el único animal que se deja los dientes y el resto de sus posesiones, tantas veces como le llame la codicia a hacerlo.

Por razones que se me escapan, volvemos a valorar empresas empleando criterios que han demostrado su falta de realismo, pero que son fáciles de comunicar y cebos perfectos para los incautos. Confundir en internet en número de usuarios, visitantes, amigos falsos, amigos verdaderos, con los euros de ir al cine, sigue funcionado. Y seguimos cosechando decepciones mayúsculas y pérdidas aun mayores.

Con esto de convertir en dinero los visitantes (como en la pelis de ciencia ficción) pasa como con las sinergias en la fusiones. Todo el mundo dice que existen, incluso lo razonan, pero luego son incapaces de encontrarlas y, mucho menos, de convertirlas en beneficios. De nuevo, de los de verdad, de los de pagar la entrada del cine con ellos.

Mientras, esos chicos de la manzana mordida, siguen acumulando dinero. La importancia del modelo de negocio que mencionaba en otra de las entradas del blog.

Hay que perseverar. Ya sabemos que, en este mundo cruel, todos los días se levanta un tonto dispuesto a que un listo se quede con su dinero.

O sales o te sacan

Esta es la conclusión a la que se llega después de ver cual es la situación del mercado interno y de las empresas, fundamentalmente, pymes, que no tienen presencia internacional.

La primera acción de la frase no debe entenderse únicamente como exportar. Sin duda que unas mayores ventas en países en crecimiento y bien cubiertos los riesgos del cobro, es el deseo de muchos empresarios. Pero a medio y largo plazo, es más rentable y prometedor alcanzar alianzas de tipo tecnológico, comercial, de producción, etc. Acuerdos, en suma, que aumenten la competitividad de la empresa.

La segunda parte, en la que te sacan, se suele interpretar como la llegada de los malvados orientales con sus precios bajos y su mano de obra mal pagada. Error. El competidor que te va a sacar del terreno de juego es el de toda vida, y que si ha hecho sus deberes de internacionalización. Es a este a quien hay que tener miedo, mejor pánico, porque conoce las reglas de tu mercado tan bien como tu y, desafortunadamente para ti, ha diseñado una propuesta de valor mucho más apetecible para tu cliente. Y una de las razones de haberlo conseguido es ese contacto con el exterior que tanto le costó, en tiempo y en dinero, construir.

El tiempo corre y ellos no se paran ni para tomar aire.

El modelo de negocio

Como está de moda predicar que tenemos que cambiar el modelo productivo de España, se ha puesto también bajo el foco el concepto de modelo de negocio de la empresa. Por cierto, que como veremos después, es perfectamente aplicable a cualquier otro tipo de organización, desde las administraciones a las que carecen de ánimo de lucro.

La forma más extendida de definir el modelo de negocio es hacer una descripción que, prácticamente, equivale a detallar todas y cada una de las actividades, áreas, funciones, etc. de la empresa.

Creo que, sin decir que esa forma de hacerlo no tenga valor, hay que centrarse en lo realmente importante del modelo, aquello que hace que la empresa gane dinero y aquello que, en caso de ser necesario, debe ser cambiado.

Vistas así las cosas, los elementos del modelo de negocio de cualquier organización tienen tres elementos:

  • La propuesta de valor, es decir, lo que le damos a nuestro cliente para que solucione el problema, trabajo, necesidad, etc. que le hace comprar el producto o servicio. Y aquí es importante, quizás más que importante, dejar claro que la propuesta de valor es la propia para cada tipo de cliente. Es decir, la segmentación que se haga será la que determine la propuesta que a cada tipo de cliente hay que hacerle. Por lo tanto, no habrá una sola propuesta y si la hay, conviene reflexionar sobre ello porque será manifiestamente mejorable
  • Las cuentas de resultados, los precios a los que se vende, los volúmenes que se alcanzan, los costes variables que están implícitos y los fijos que corresponden. Suele ser frecuente no dar la importancia que tiene a la relación que existe entre todos ellos.
  • Los procesos, recursos y capacidades clave, que no son todas las que se derivan de un mapa de procesos al uso, sino aquellas que hacen que el cliente obtenga lo que busca la precio que a la empresa le permite ganarse la vida.

Como no puede ser de otra forma, cada organización tiene que dar su propia respuesta a esas cuestiones, y debe tener presente que no van a ser respuestas definitivas.

Ni que decir tiene, que el elemento más importante es la propuesta de valor.

La desigualdad social

En el último congreso de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) celebrado en Zaragoza los pasados 24 y 25 de mayo, una de las cuestiones más importantes que se debatieron fue la desigualdad social que existe en los países en desarrollo.

Para todos ellos es el mayor desafío al que deben hacer frente y el mayor problema que deben solucionar. Las tasas de crecimiento son, con todo el peligro que conllevan, medias estadísticas, que reflejan un mayor bienestar pero no mencionan la dispersión que ese crecimiento puede producir.

En la física se sabe que la naturaleza odia el vacío, y así, tiende a llenarlo en cuanto lo encuentra. En las sociedades pasa lo mismo. Todo depende de cuan grande sea el vacío que se va creando, pero lo que no tiene duda, es que existe un punto de no retorno a partir del cual, aparece la solución revolucionaria, entendida como aquella que propone el cambio radical y que puede ser de carácter socialista, populista, o cualquier otro “ista”.

Desde ese momento, la situación del país cambia y empieza a deslizarse por el círculo vicioso de la demagogia y el decrecimiento.

Esta descripción que se cumple inexorablemente cuando se alcanza esa diferencia entre pobres y ricos, debe ser el primer objetivo de los gobiernos de aquellos países. Lo que, también de manera inevitable, se transforma en buenas oportunidades de negocio para empresas que puedan aportar valor reduciendo la desigualdad.