Una vez dado el primer paso, ante el asombro del mundo, conviene dar el segundo. Y ese segundo es responder: ¿a qué cambiar?.
Aunque hayamos conseguido convencer de la condición de inexorable del cambio, nada ocurrirá si no somos capaces de decir a donde debemos llegar.
Y es aquí, ¡oh sorpresa!, donde aparecen el líder y la visión. Tanto hemos manoseado las dos palabras que ya no tienen una definición común. Cada uno busca la que mejor le parezca o la que más bonita e impactante resulte. Yo no voy a ser menos y daré las dos que me parecen más prácticas para el objetivo que nos ocupa.
El líder es el que moviliza y alinea voluntades. Voluntades que provienen de la libre decisión y el compromiso. Así, no hay nada más peligroso para él y para los que le rodea que, quien teniendo autoridad, confunde el liderazgo con el pagar las nóminas. Entregar un salario solo te da derecho a exigir lo contratado. El cambio exige aportar lo que uno es. Y lo que a uno le gustaría ser. Algo que no se consigue con dinero.
Y la visión. Que cerca está de la ilusión. Y de las grandes palabras dignas de frontispicios. Casi todas las que se han hecho famosas, han sido escritas después de haber alcanzado el éxito. Una vez que la empresa vende y obtiene buenos beneficios es cuando se dice la frase inspiradora. Empezar una sesión de trabajo de cambio, diciendo que hay que especificar la visión es bonito, pero irreal.
Las empresas que empiezan, las que están pasando por dificultades y demandan ese cambio, son sordas a tamañas admoniciones. Hay que pisar el terreno de juego, hablar el mismo lenguaje que los destinatarios del mensaje y conseguir que lo entiendan y lo hagan suyo. Y para eso, lo más práctico es ser práctico. Ósea, apelar a los intereses, de trabajadores, clientes, proveedores, etc. Esa es la visión que todo el mundo entiende: ¿Qué hay de lo mío?.
Luego, cuando nademos en una piscina olímpica llena de billetes de 500 euros, podemos dar a conocer el secreto de nuestro éxito. Aquella visión que nos hará pasar a la historia de la gestión.
Pero eso si, después.
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